Maria Viviana Torres
2017
Todo está en permanente cambio. Creer que hay algo que pueda permanecer estático o inmóvil, en este planeta, es tan solo una ilusión de la mente. La mente, si funciona disociada del sujeto, puede generar la impresión de aquello que se mantiene fijo y seguro. Los miedos a la inestabilidad, al cambio, las aversiones o la ausencia de aceptación de lo que sucede, es también una creación de la propia mente.
La ausencia de conciencia acerca de lo que cambia, en una empresa, institución o familia opera dejando fuera de juego al sujeto. Ya sea respecto del cambio intragrupo o extra grupo. Decididamente hay que “mudar” y hacerlo despierto, consciente, asegurándose de que todo el ser cohesivo se comprometa con la respuesta al cambio percibido y se atreva a “mudar”.
El proceso de encarnar el cambio y asimilarlo, implica: imaginarlo, pensarlo, sentirlo, re-crearlo y por supuesto, aprehender. Asimilarlo forma parte de lo que llamamos vivir el cambio. Como proceso de transformación permanente inevitable. La diferencia estará en cómo es vivido.
Nos preparamos para observar las resistencias – más allá de la simpleza:
Son de variada procedencia, las nuestras: aparecen en la forma de “lo velado”, aquello que no podemos ver, aquello que resistimos y se nos hace ciego a nuestra propia mirada. Se vincula con la articulación del concepto conocer/desconocer. El conocimiento hace que solo pueda ver y describir lo que conozco, aquello que encuentra entre mis recursos cognitivos la explicación. Lo que ignoro, lo que desconozco, no aparece posible de ser visto. Vinculado a la experiencia personal, la forma de ver el mundo, el lugar desde el cual estamos parados.
Lo nuevo aparece para ser experimentado, vivenciado, disfrutado, buscando abrir el campo de otras formas de mirar, otras formas de experimentar, pidiendo un esfuerzo o un acto de conciencia de que aquellos lugares desde el cual mirábamos, experimentabamos y dábamos respuestas quedaron caducos. Reclama una nueva respuesta, creatividad, incertidumbre, autenticidad.
Todo esto suele encontrar a un sujeto distraído, automatizado, con poca preparación para afrontar los desafíos que implica la nueva situación. Por lo que resiste, no quiere aprender, no acepta nada que venga a desestabilizarlo.
Las del entorno: el juicio del entorno, el concepto que el entorno próximo o de otras empresas, instituciones o personas expresa acerca de cómo deben ser las cosas. Las limitaciones que el entorno ha aceptado y desarrollado para vivir, se trasladan y quieren sobre-imponerse a las ideas, fantasías, o creaciones propias que buscan manifestarse. Se genera un conflicto interno que puede acabar con el empuje interno de evolucionar. El cambio no solo implica derribar las paredes de la propia caja de recursos, argumentos y conceptos; también es necesario prescindir de la caja conceptual del entorno. Se trata entonces de producir los cambios necesarios para que motiven el cambio de lo que nos rodea. Por lo que se requiere un hombre valiente, tenaz y decidido, con cualidades como la paciencia, observación y comunicación adecuada.
Expectativas frente al cambio:
Las expectativas negativas o positivas exageradas y muy presentes en el pensamiento de las personas que atraviesan una situación de cambio conducen, en una u otra forma a la frustración. El deseo de que todo irá mejor y las altas pretensiones respecto de lo que la situación de cambio en mas o en menos dara a la vida, produce una pérdida importante de energía, desvitalización y frustración. Paraliza frente el límite autoimpuesto, que ha sido generado a partir de pensamientos que responden más, a la vieja experiencia, que a lo que está por venir.
Cuando el cambio sobreviene sin que lo hayas percibido, las respuestas varían y “la pataleta” es una de las formas de expresión en la que se manifesta. La modificación del orden de la rutina impacta sobre la mente manifestándose como frustración, enojo, sentimientos negativos, confusión, desorientación, desánimo y deseos de abandonar.
Cuando los cambios no fueron incorporados y asimilados, la mente demanda una realidad inexistente.
En la vida adulta la respuesta se acompaña de tensión corporal y anímica, gestual y expresiva que muestra el nivel de la resistencia. “No voy”, “no lo hago más”, ¨no estoy, “no me gusta más”,”no te quiero más”, “me voy”. Es una forma de perder, drenar energía y de no tomar el cambio o la situación de cambio como un plus a tu favor.