Es posible que a esta altura de la experiencia de confinamiento se encuentre cada uno atravesando la sensación de pérdida motivación: es posible que esté ausente el interés por el cuidado personal, el vestido, los alimentos, por estudiar o hacer actividad física, por compartir con otros, por las metas que venían impulsando la vida propia o el negocio o la empresa en la que se participa.
Los estímulos parecen extraviarse, el sentido del movimiento permanece entre signos de interrogación.
Todos conocemos la importancia de estar motivados en la vida personal, laboral o social. Quienes trabajamos en conducta humana y hemos participado de investigaciones y acciones tendientes a motivar a jóvenes y adultos en educación, en el cuidado de la salud, para el incremento de conciencia, los valores humanos; o incrementar el compromiso con la empresa en la que se trabaja; conocemos el valor del estímulo, de la satisfacción, de los premios tendientes a incrementar desde afuera, la motivación de las personas; así como los intrínsecos: como cada uno puede alentar el motivo más profundo de la vida misma y conectar con su propósito vital.
Observamos que la motivación de las personas en su actitud frente a la vida, en la actividad y en el compromiso con sus propios objetivos, se vive como un deseo con propulsión, se apoya en un movimiento que podemos llamar “Yendo Deseante”. Es concreto, se tiene la intención de viajar, desde los recursos que se dispone al servicio de esa intención; o cambiar el auto, compartir con amigos, ser una fuente de seguridad para la familia, o alcanzar un tipo especial de conocimiento, conservar la salud; cualquiera sea la intención, el foco, la meta, siempre es desde lo que se dispone como recurso o como posibilidad.
La motivación no se sostiene sobre sueños vacíos de posibilidades concretas porque en ese caso se está frente a una modalidad de delirio o de juego, de sueño, de “entretenimiento” o “huida de la realidad”.
Hay motivos básicos que promueven las acciones de las personas, tales como proveerse de alimentos, lugar para descansar, calor y abrigo, una pareja sexual; que se encuentran movilizados en todas las culturas y que son básicos. Aún estos se encuentran en crisis cuando no se sabe cómo alcanzarlas, ¿cómo se podrán alcanzar con las antiguas estrategias?, ¿que se necesita “hacer”, “para”?.
Tal vez algunos están sintiendo que han perdido en pocos meses toda posibilidad y ya ni siquiera anhelan lo básico. Es necesario establecer las metas básicas.
No alcanza con el impulso mental para poner en marcha las acciones necesarias, cuando no se sabe cuándo mover, como hacerlo; cuando quedarse quieto y como hacerlo; se va perdiendo fuerza e identificación con el motivo; en ese punto la desmotivación impregna el campo del intercambio social desde uno mismo.
¿Cómo motivarse?
1.- La acción de auto motivarse es un acto de conciencia, es necesario saberse desmotivado respecto de algo, y segundo, un acto de voluntad, hay que decidirse a tomar acción.
2.- Interactuar, confrontar con otros, generar metas pequeñas en espacios comunes, procurando disfrutar de la llegada, de los logros. No es tiempo de generar metas difíciles de alcanzar si no se tiene base segura de partida.
3.- Cualquier motivación compromete algo de esfuerzo, es importante celebrar el impulso y hacer los esfuerzos necesarios para sostenerlo. Confinamiento no es sinónimo de que el mundo se dio de baja y uno junto con el mundo, tampoco resulta una nueva forma de vacaciones.
4.- En el trabajo, sea solitario o dentro de una empresa es importante generar nuevas pequeñas metas o generar estrategias para sostener las metas iniciales, la motivación necesita de un foco, que sobrevuele las circunstancias e incluso las modifique.
5.- Un buen comienzo empieza por gestionar en su máxima expresión los hábitos y funciones de autovalimiento. Por ejemplo, si uno se describe desmotivado, llegó la hora de calzarse y vestirse para trabajar por teleconferencia.