El fenómeno de la globalización está originando un nuevo modo de entender el poder y las relaciones personales en el ámbito empresarial, que afecta a la manera de entender la gestión, las estrategias, la toma de decisiones y, en general, el liderazgo de las organizaciones.
Los empleados, por ejemplo, no tienen la misma relación jerárquica de dependencia y sumisión que antaño, y los jefes, fruto de compartir poder y autoridad, otorgan al empleado una mayor autonomía y responsabilidad. Este empoderamiento (“empowerment”) obliga a los empoderados a actuar de manera crítica y responsable con el fin de dar lo mejor de sí y cumplir mejor con las obligaciones profesionales.
En efecto, se consolida un tipo de sociedad donde la gestión multicultural es una realidad y donde lo global se impone muchas veces sobre lo local. “Los activos clave de la empresa moderna no son ya sus edificios, maquinaria y bienes raíces sino la inteligencia, el entendimiento, las habilidades y la experiencia de sus empleados” (Ober y Manville, 2003).
Este escenario exige un nuevo modelo de gestión que valore las diferencias y sepa alinearlas a la misión y visión de la empresa. El modelo de gestión multicultural tiene como principal desafío fomentar la creatividad de las plantillas, ofrecer a los empleados la oportunidad de ser proactivos y abordar los problemas activamente, saber trabajar con talentos autónomos y promover el aprendizaje continuo.
Una gerencia que logre estos objetivos generará un entorno de confianza que afianzará el liderazgo y el empowerment a través de un trato justo y equitativo.
Concretamente, se entiende el empoderamiento como un conjunto de elementos, que van desde la fuerza personal, la auto confianza, la capacidad de decisión propia, hasta la libertad, entre otros. Es una conceptualización centrada en el individuo y en sus capacidades, reconociendo una relación muy estrecha entre el individuo y el colectivo, que se nutren mutuamente.
Características para un sano empoderamiento:
• Dar a los trabajadores áreas importantes de toma de decisión (autonomía) en una atmósfera de respeto y confianza como alternativa a la burocracia sofocante.
• Facilitar un amplio margen para el aprendizaje y la adquisición de nuevas habilidades y competencias.
• Posibilitar que los trabajadores apliquen, reforzados colectivamente, sus conocimientos, habilidades y motivaciones.
• Aplicar un trato confiado, equitativo y justo a los empleados y stakeholders.
• Preparar a la gente para el “gran momento”, que es el de la oportunidad de plantear cambios que generen valor.
• Ofrecer a los empleados la oportunidad de ser únicos y dejar una “dejar huella” positiva en la empresa y en la sociedad.
Si tratamos a los empleados como máquinas, por ejemplo, es imposible retenerlos, al menos a los más valiosos. Y esto es fundamental en el momento actual de vertiginosos y continuos cambios que vivimos.
Solo con un talento responsable -gente competente con valores- que sepa trabajar en equipo podemos garantizar seguir el ritmo del pelotón de empresas que lideran el presente y están escribiendo el futuro. De lo contrario, es un milagro no quedarse atrás y perder de vista al pelotón.